¡Las legumbres y los suelos forman un equipo dinámico! Estas semillas secas de plantas leguminosas, cultivadas tanto para consumo humano como animal, poseen el poder de transformar nuestros sistemas agroalimentarios.
Con una gran variedad de colores y sabores, las legumbres son pequeñas pero poderosas. Desde las tradicionales como frijoles, lentejas, garbanzos y guisantes, hasta las menos conocidas como el tarhui y el adzuki, ofrecen una amplia gama de opciones culinarias.
Además de fortalecer nuestra seguridad alimentaria y nutrición, las legumbres también enriquecen los suelos y benefician al medio ambiente.
A continuación, explicaremos cuatro efectos nutritivos que las legumbres tienen en los suelos, los cuales, a su vez, son una fuente vital de alimentos para los seres humanos:
Es bien sabido que un suelo sano permite cultivar alimentos más saludables y nutritivos. Pero ¿sabían acaso que las legumbres también mejoran la salud del suelo al movilizar y suministrar sustancias nutricias como nitrógeno, fósforo y micronutrientes?
Las leguminosas obtienen más del 60 % del nitrógeno que necesitan del aire. Este nitrógeno pasa luego al suelo, donde también es accesible para los cultivos aledaños, de modo que se reduce la necesidad de aplicar fertilizantes químicos. Esta capacidad singular se denomina “fijación biológica del nitrógeno” y consiste en convertir el gas nitrógeno de la atmósfera en amoníaco (una forma de nitrógeno que pueden aprovechar las plantas).
Los suelos albergan más del 50 % de la biodiversidad de nuestro planeta. En un suelo sano conviven lombrices, nematodos, de 20 a 30 especies de acáridos, de 50 a 100 especies de insectos, cientos de especies de hongos y miles de especies de bacterias y actinomicetos. Esta es la biodiversidad del suelo: multitud de organismos que interactúan entre sí y prestan servicios esenciales como el reciclaje de los elementos nutritivos, la retención de carbono por el suelo y la consiguiente reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La biodiversidad de un suelo sano no solo le confiere mayor resistencia a las adversidades y alteraciones, sino que también mejora la capacidad del ecosistema de suprimir enfermedades. Y es aquí donde intervienen las legumbres, porque incrementan la cantidad y la diversidad de la microfauna. Si hay más microorganismos, se reciclan más los nutrientes y se regula mejor la materia orgánica, de modo que mejora la biodiversidad del suelo.
En lugar de hacer un uso inadecuado o excesivo de los productos agroquímicos, que pueden degradar el medio ambiente, las leguminosas incluidas en los sistemas de rotación ayudan a frenar y controlar las plagas y las enfermedades.
La estructura del suelo es la disposición física que adoptan las partículas de arena, limo y arcilla. Si el suelo es poroso y se desmigaja con facilidad, permite que las raíces se distribuyan bien, por lo que se considera que está bien estructurado. En cambio, si tiene una consistencia demasiado compacta (y se desmenuza con dificultad), es posible que su estructura no sea buena.
El cultivo de leguminosas mejora la estructura del suelo. Entre otros beneficios duraderos, ensancha sus poros y cohesiona sus componentes, con lo cual el suelo se airea mejor y retiene más agua. Además, dado que las leguminosas tienen un sistema radicular más profundo y un crecimiento más prolongado, la estructura del suelo mejora de forma efectiva.
Gracias a su capacidad de movilizar nutrientes esenciales hacia el suelo, las legumbres reducen el uso de fertilizantes químicos y la emisión de gases de efecto invernadero, que son importantes factores causales del cambio climático. También favorecen el desarrollo de las raíces, potenciando la retención de carbono y contribuyendo a mitigar el cambio climático.
Por otro lado, las legumbres poseen una enorme diversidad genética, por lo que es posible seleccionar y cultivar las variedades más resistentes al clima. Estas variedades pueden ser útiles a los agricultores en las zonas donde más escasea el agua, en especial ante el estrés térmico que sufren las plantas por el calor.
Al intercalar al menos una leguminosa con un cereal, los campos se adaptan mejor a las adversidades climáticas, como las sequías. Este modelo ya se ha aplicado con un balance muy positivo en Tanzanía, donde se cultivan simultáneamente cereales (maíz, sorgo), legumbres (frijoles) y frutos secos (cacahuetes).
El dúo dinámico compuesto por las legumbres y los suelos desempeña una función primordial para aportar alimentos nutritivos, mejorando la agrobiodiversidad, mitigando el cambio climático y favoreciendo los medios de subsistencia.
Las legumbres aportan nutrientes esenciales al suelo y este, a su vez, nos aporta alimentos y nutrientes esenciales a nosotros, contribuyendo a una dieta más saludable para todos.
Fuente: Agroperu.pe